En un
principio, Schwermer comenzó intercambiando cosas: ofrecía sus servicios -desde
limpiar casas hasta ayudar a la gente con sus problemas personales- a cambio de
techo y comida. Pero ahora dice que no se trata exactamente de un intercambio,
sino simplemente de compartir.
¿Se atrevería usted a desprenderse de
sus más valiosas posesiones y enfrentar la vida sin un solo peso en el
bolsillo?
Esto
fue precisamente lo que hizo la alemana Heidemarie Schwermer hace 16 años y,
según le contó a BBC Mundo, este modo de vida no le ha proporcionado más que
felicidad.
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Cansada
de la vida que llevaba como maestra de escuela y psicoterapeuta y preocupada por
la cantidad de personas sin techo que veía en su país, esta mujer que ahora
tiene 69 años decidió lanzarse a una aventura con la que siempre había soñado:
vivir sin dinero.
Y
aunque había previsto que el experimento se prolongaría por un año, al poco
tiempo se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.
"Lo mejor es la sensación de aventura. No sé qué pasará por la noche, ni al día siguiente por la mañana. No siento miedo, sino una gran curiosidad"
"Fue
una gran liberación", afirma, recordando cómo regaló todo lo que tenía, incluso
su departamento. "Lo mejor es la sensación de aventura. No sé qué pasará por la
noche, ni al día siguiente por la mañana. No siento miedo, sino una gran
curiosidad", agrega.
En
un principio, Schwermer comenzó intercambiando cosas: ofrecía sus servicios
-desde limpiar casas hasta ayudar a la gente con sus problemas personales- a
cambio de techo y comida. Pero ahora dice que no se trata exactamente de un
intercambio, sino simplemente de compartir.
"Doy
lo que quiero dar y me dan lo que necesito", explica a BBC Mundo. De esta manera
Schwermer cubre sus necesidades más básicas. La ropa que viste se la proporciona
la gente con la que convive -desde los collares que usa hasta los pantalones o
los abrigos- y los demás gastos en que incurre -desde pagar por la comida o un
boleto de tren- corren por cuenta de sus anfitriones.
Lo
que ella brinda es del orden de lo espiritual. "No son cosas materiales, sino
que brindo mi presencia. Hay mucha gente que tiene problemas o que está sola. Yo
los escucho y los ayudo pensar qué quieren hacer con sus vidas".
De casa en casa y de charla en charla
En
la práctica funciona más o menos así: Schwermer recibe invitaciones de gente de
distintas partes del mundo que la quiere recibir, y sus anfitriones le envían un
boleto para que pueda llegar.
También
organizaciones, instituciones y grupos la invitan a dar charlas y seminarios
sobre su particular modo de vida.
Para
eso hacen faltan muchos amigos, o por lo menos muchas invitaciones. Ninguna de
esas dos cosas le faltan. Gracias una entrevista que le hizo una radio años
atrás, su nombre empezó a ser volverse familiar en Alemania.
A
esta primera entrevista siguieron varias por televisión, y numerosos artículos
popularizaron su imagen y su proyecto.
El
interés por Schwermer creció hasta transformarse en tres libros escritos por su
propia mano -cuyas ganancias, como es de esperar, donó a organizaciones de
caridad y a terceros- y un documental que actualmente se exhibe en diferentes
partes del mundo.
Pero,
a la par de la curiosidad y la admiración que generaba en algunos, florecieron
también las críticas.
"Es verdad que son otros los que ganan un sueldo para pagar el pan que yo como, pero yo también trabajo todo el día. Hago cosas por la gente"
Muchos
sostienen que es un parásito, que no le hace falta dinero porque vive del de los
demás. Muchas personas que duermen en la calle tampoco se identifican con una
mujer de clase media, que no tiene nada porque sencillamente no quiere
tenerlo.
Schwermer
se defiende. "Es verdad que son otros los que ganan un sueldo para pagar el pan
que yo como, pero yo también trabajo todo el día. Hago cosas por la gente. En el
mundo occidental hay muchos que se sienten aislados, y yo los ayudo con mi
presencia. Puedo ser una madre, una hermana, una amiga, lo que necesiten", dice
a BBC Mundo.
"Quienes
dicen eso es porque viven en el viejo sistema, pero todo va a cambiar",
argumenta convencida de que ésa debería ser la forma de vida para todos.
¿Y
cuando llegue la vejez? ¿Qué pasará cuando su compañía deje de ser una ayuda, un
solaz, para convertirse en una carga?
"¿La
vejez?", responde entre risas a BBC Mundo. "¡Pero si ya soy muy vieja! La verdad
que no pienso en esas cosas. Cuando se presente el problema, también se
presentará la solución", concluye Schwemer.
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