domingo, 22 de abril de 2012

EL TÍGUERE DOMINICANO En el fondo de la sicología de muchos dominicanos hay un tíguere

  Conducta. El autor de la obra, Lipe Collado, asegura que muchos dominicanos son tígueres generacionales, otros tígueres por imitación y los demás por simulación

Escrito por: ARISMENDY CALDERÓN ( arismendy_ak47@hotmail.com)


El tíguere de las décadas de 1940 y 1950 era diferente al actual. Esa cultura que impregnó a gran parte de la juventud dominicana que creció fundamentalmente en los núcleos urbanos de la Capital convirtió a este personaje de esa época en un líder, y ese comportamiento que ejercía pasó a ser imitado por muchos jóvenes, convirtiendo el liderazgo barrial  en una especie de modelo.

Lipe Collado, periodista, profesor universitario, escritor, ensayista, ¿es o debió ser? un “tíguere de cuerpo entero dentro de las múltiples características del vocablo” para conocer a fondo los rasgos, categorías y diferencias culturales, económicas y políticas de este personaje típico dominicano, según don Francisco Comarazamy, periodista y escritor.

El tíguere de ayer actuaba, se comportaba distinto al de hoy, según Lipe, “porque, desde luego, aquella cultura del tíguere no tenía como característica la acción delincuencial, aunque muchas de sus acciones estaban en esa frontera un tanto borrosa entre lo que es lo permitido y lo no permitido”.

Collado, considerado el pionero psicosocial del pueblo dominicano, es autor de numerosas publicaciones, entre ellas el libro “El Tíguere Dominicano”. Durante más de tres décadas ha hurgado en nuestra idiosincrasia para conocer las características de este personaje, al que describe como una persona de inteligencia natural, graduada en la “Universidad de la Calle”, o en la “Universidad de la Vida”, con una conformación mental de amplio espectro dentro de su pequeño universo de vida en el que todas las cosas entran en las gamas de las probabilidades.

El tíguere presenta “una serie de rasgos a veces pintorescos y en otras propiamente conceptuales. Es muy dado a la parolina, gesticula mucho, habla claro, se ejercita, usa la mentira, se vale de cualquier arma para salir ‘bien parado’, viste ‘bien’, se mueve en un grupo reducido, es intuitivo, divide a la gente en amigos y enemigos”.

¿Por qué la gente asocia al tíguere con la delincuencia? Lipe explica que no necesariamente un delincuente común tiene ese “perfil de tigueraje”. El tíguere tiene como ley principal “salir bien parado de cualquier situación, no importa las armas que vayas a usar. Para comenzar a entender al dominicano, de algún modo hay que comprender la cultura del tíguere”.

Una referencia que ilustra la influencia de la palabra “tíguere”, que se incorporó al habla dominicana con la ocupación haitiana, la encontramos en la radio y la música cubana, explica Lipe Collado. “Tíguere” y “coño” son las palabras más usadas por los dominicanos.

Critica el lenguaje soez, vulgar, inapropiado, que exhiben algunos comunicadores en programas de radio o televisión, lo que constituye “una expresión cultural del tigueraje llevado a su máxima expresión”.

“Muchos programas de radio y televisión del país, de alguna manera, te transportan al ambiente de la esquina, de la discusión, al ambiente del parque, etc., lo que es una expresión del tigueraje, de esa cultura callejera”. De modo que, según Lipe Collado, el imperio del tíguere dominicano no ha terminado. Esa cultura del tigueraje se extiende, se acrecienta cada día. “Yo no vislumbro que esa sicología del tíguere desaparezca en la sociedad dominicana”.

¿Cuál es más tíguere, en términos generales, el hombre o la mujer dominicana? Lipe no vacila en contestar: “El principal portador de esa cultura es el hombre, probablemente es un portador y un activador. 

Muchas mujeres tienen sus fintas tigueriles, no desde el punto de vista de lo mal hecho, sino de no dejarse aplastar, de lograr lo que se proponen, sin importar muchas veces las armas que usan. Más bien, la mujer tiene un tigueraje pasivo, aunque parezca contradictorio.

La pasividad no forma parte de la agenda del tíguere dominicano, salvo que sea una expresión táctica momentánea”. 

Tígueres diferentes

El Tíguere Bimbín: ¿era o es?- un tipo de tíguere sin condiciones para estar entre los tígueres y salir al paso en las situaciones difíciles. Era -¿es?- un bullanguero, aspavientoso, fácil de engañar y de vencer.

El Tíguere Cinturita -¿era o es?- un mujeriego, bailarín. Experto bailador de son, danzón y merengue, de buen vestir, inclinado a usar joyas y valiente, como tíguere al fin. Dotado de una labia insuperable, El Tíguere Cinturita se ufanaba -¿se ufana?- del número de mujeres entre sus redes amorosas.

El Tíguere Gallo: El más genuino de los tígueres, dispuesto siempre a la bronca, a la lucha, a la violencia. El Tíguere Gallo, inclinado a la bebida, los ejercicios físicos, no era amigo del trabajo “duro”, y para él “todos los trabajos son duros”.

El Tíguere Rankiao. Sencillamente, el Tíguere Cinturita o el Tíguere Gallo o el Tíguere Bimbín que lograba -¿que logra?- escalar social y económicamente por encima de los tígueres, esto es, un triunfador.

El Tíguere Allantoso: Es hoy por hoy aquel que usa el “allante”, la adulonería, para halagar o “dormir” a la persona que posiblemente será objeto de su engaño.

El Tíguere Aguajero: Es aquel que hace aspavientos sin llegar al fondo del asunto, sin demostrar en sí qué pretende, qué anuncia y qué hace. “Hacer un aguaje” es aparentar un acto como si realmente lo hiciera.

Y El Pariguayo… Es un individuo en la acera opuesta del Tíguere, carente de condiciones mínimas para salir exitosamente de cualquier situación problemática. El Pariguayo es un individuo que siempre lleva las de perder y que constantemente se lamenta.

Titulares de las redes sociales

*Solo en RD: Tíguere inventa “hooka criolla” con un pote de vidrio.

*Captan tíguere masturbándose en pleno concierto.

*Tíguere killao le da un saco de trompá a otro dizque porque le robán.

*Los tígueres tan desacatao.

*Tíguere que hace tatuaje se venga de novia infiel.

*Etotígueres tan como medio raro.

*¿Usted es tíguere o es pájaro?

*Ricky Martin se casa con su tíguere el 28 de enero.

*Blanquita dándole “gologolo” a un tíguere en una piscina.

*Se encueran pal de tíguere frente a par de mujeres desacatá.

*Tíguere come arañas vivas.

*¡Etetíguere se la comió, qué lokera!

*tíguere se opera los cuernos.

*Tíguere le da deo a jeva en pleno metro.

*Tíguere se embarra de pupú, pa’ no ser apresado.

jueves, 19 de abril de 2012

Maupassant, una tragedia moderna


Por Sergio Berrocal *

Málaga, España (PL) Murió rabioso, rabiando por la locura cuando apenas tenía 43 años y decía "Amo con un amor bestial y profundo, miserable y sagrado, todo lo que vive, todo lo que crece, todo lo que se ve... los días, las noches, los ríos, las mares, las tempestades, los bosques, las auroras, la mirada y la carne, las mujeres".

 Guy de Maupassant fue entre los grandes escritores franceses el más rebelde, el más atrevido y probablemente el que más sufrió. Autor de libros maravillosos que dieron películas intensas como Boule de suif (Bola de sebo) y Bel ami, él mismo se situó entre los autores malditos. Nació en un castillo en 1850 en la dulce Normandía y falleció en una clínica glamorosa del distrito más señorial del París de 1893, donde cuentan que ya los paparazzi montaban guardia.

Los millonarios derechos de autor que producían sus obras le evitaron tener que vagabundear por los inhóspitos pasillos de los hospitales parisienses de la época, lóbregos malecones de la desesperanza, donde la pobreza doliente se cruzaba con los médicos, zares despreciativos que no le dedicaban ni una mirada regalada. Sus impolutas batas blancas cubrían apenas su ignorancia en humanidades, cubierta por la olorosa humareda de cigarros costosos.

Maupassant conoció la medicina de los ricos, los que "van por el dinero", y también supo que su oro de nada le servía ante la soberbia soliviantada de otros doctores, más ricos pero igual de ignorantes, que querían ahogar sus espantosos brotes sifilíticos bajo la morfina, cocaína y otros palos de ciego.

Todo aquel oro que producían sus libros también le permitió huir de los manicomios, donde otro pintor de la vida como Van Gogh supo que puede morirse de muchas maneras.

Personaje literario en el más puro estilo parisiense, personaje de cine a lo Scott Fitzgerald, Maupassant tuvo una vida singular que ya de por sí habría dado para una excelente película. Recio, bigotudo, parte importante de su vida se circunscribió a una de las más altivas calles de París, la rue Royale, donde durante años trabajó, como un forzado de la isla del Diablo, en el Ministerio de Marina.

Escribiente empedernido, no dejó de serlo hasta que tras mucho escribir con las entrañas se le abrieron las puertas de la celebridad. Fue entonces cuando el Guy de Maupassant altivo, mujeriego, pendenciero y matador se convirtió en uno de los cuatro o cinco escritores que entonces dictaban la literatura en Francia.

El más grande de todos, Gustave Flaubert, fue su padre espiritual y de su mano y de su talento llegó adonde no creía que hubiese podido llegar. El gran escritor estaba desdoblado en un hombre de pasiones amorosas intensas y sin salvaguardas. Era el hombre que las señoritas menos virtuosas y alguna que otra gran dama del bulevar de los Italianos de París exhibían como un fenómeno de feria. Se corrió la voz de que Maupassant era capaz de satisfacer a seis mujeres en una noche. Nació la leyenda y llegó la perdición.

Célebre y rico, con menos de 30 años parecía haberse lanzado a una carrera hacia el abismo. Lo contrario de aquellos jovencitos rebeldes sin causa con ojeras de James Dean, que se lanzaban hacia un precipicio al que no querían arrojarse. O como Thelma y Louise, que corrían hacia una eternidad que no imaginaban. Maupassant no era nada de eso. Da la impresión de que su rápido caminar hacia la destrucción de forma voluntaria era un suicidio inconsciente.

Más que de los libros que le llenaron de dinero hasta permitirle una vida de millonario libidinoso a bordo de un velero que bautizó Bel ami, estaba orgulloso de su virilidad con la que jugaba como un atleta lo hace con sus piernas. Pero pese a esta faceta de exhibicionista, algunos dicen que tuvo un corazón de enamorado primerizo.

Toda su vida, y hasta el momento fatal en que intentó degollarse en una de sus numerosas crisis sifilíticas, una misteriosa mujer apareció en su vida como una luz intermitente, que se apagó cuando le contaron que su amante, el escritor, el muchacho que exhibía músculos en el Sena y enamoraba a todas las modistillas que merendaban por los alrededores, había muerto en un acceso más de locura sifilítica.

En una vida corta e intensa como un cohete de feria, tuvo tiempo de contar lo que quiso contar, desde la heroicidad femenina en Boule de suif hasta el arribismo periodístico en Bel ami.

No fue como Alejandro Dumas o Víctor Hugo, quienes se batieron a tiros en la calle en pos de una vida mejor o de algo que ellos creían mejor. Sus batallas fueron calladas, domésticas, internas. Sus barricadas las erigió contra las pesadillas, contra los fantasmas de su sífilis.

No fue un héroe del siglo XIX. Se parecía más al Nicolas Cage de Living Las Vegas, aunque no tuvo nada de los borrachines que enamoraban en sus libros a Emile Zola. Su locura era la locura de la humanidad, de su humanidad, la del amor sin precauciones ni responsabilidades. ¿Murió de amor? Ni hablar. Se suicidó. La sífilis le ayudó.

miércoles, 18 de abril de 2012

Casado Soler, evangelista del homo dominicanus


En las noches oscuras de nuestras amarguras nacionales, te veo santo y glorioso, se alzan tus predicas providencialistas hasta los inmensos cielos donde habitan avatares civilizadores, mientras caminamos en la sencillez del evangelio que nos dará la verdadera libertad.

Llegando están los tiempos de los amaneceres de esperanza, se abren los sagrados misterios que nos definen como seres, el universo conspira junto a sus ungidos para cumplir las proféticas ideas que nos legaste en el grito insular que encarnó en tu voz de evangelista, exaltando la Presencia Olvidada por la grey terrenal en la tierra donde vive el pueblo que fue bautizado con el nombre eterno.

Al recordar tu partida de este plano terrenal, al dejarnos tus amores y la soledad de tu presencia, que se hacía más fuerte en nuestras conciencias, no puedo olvidar la tristeza que arropó mi alma, las lagrimas que despedían a un Padre, la confusión que experimentaba un discípulo, sobrecogido en un dolor hondamente sentido, solo me calmaba el saberte espíritu inmaculado, desplegado en los aires que nos darían respiro para seguir luchando por la instauración del Mensaje del Hombre hecho nación.

No pasó desapercibida tu despedida, te saludé desde mi silencio, prefiero los caminos largos que nos traza el destino, a la inmediatez que domina el corazón del hombre ambicioso y por demás vanidoso, escojo el reconocimiento de la obra consumada cuando haya de ser, pero con la certeza cierta de que será, venciendo los tiempos, y mas allá del olvido, Dominicana no puede ser ni será sin el fundamento del Evangelio Civilizador que nos legaste en tu canto de Amor Eterno, de un Pueblo destinado para despertar la viva imagen de Dios de toda la Humanidad.

Estas presente en el voto de consagración que hemos hecho de continuar la obra libertaria de los trinitarios, de avanzar hacia la gestación del homo dominicanus, expresión perfecta de las vibraciones espirituales del todo absoluto, poseedor de los elementos culturales trascendentales del imperativo humano de encontrarse a sí mismo para jamás yacer perdidos en el oscurantismo de los inferiores instintos que ya se empiezan escuchar murmullos lejanos desde esta atalaya espiritual en la que nos encontramos los hijos e hijas de esta Patria Divinizada.

Será fecha histórica de los nuevos tiempos, el 16 de marzo de hace quince años, alzaste tus brazos, exhalaste tu inefable espíritu y proclamaste para toda la eternidad el nombre redentor de la Humanidad: Dominicana.

jueves, 5 de abril de 2012

Semana Santa: liturgia y tradición en América Latina

Por Miriam Valdés Casamayor*

La Habana (PL) La Semana Santa es un período de intensa actividad litúrgica que cada año conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Comienza el Domingo de Ramos, cuando se recuerda la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén con una multitud que lo aclamaba como el Hijo de Dios.

A diferencia de otros días, que cuentan con ceremonias singulares, el Lunes Santo continúa la celebración normal de la misa, que refleja el pasaje, en casa de Lázaro, donde su hermana María ungió los pies a Jesús y se los enjugó con su cabellera.

El Martes Santo, Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las Negaciones de San Pedro; mientras el Miércoles Santo se reúne el Sanedrín, el tribunal religioso judío, para condenar a Jesús.

La primera parte de la Semana Santa cristiana llega a su fin con la celebración del Miércoles Santo, ya que este día marca el final de la Cuaresma y el comienzo de la Pascua.

El Jueves Santo recoge lo acontecido en la Última Cena, cuando Jesús de Nazaret se reunió con sus apóstoles para compartir el pan y el vino antes de sufrir la traición, el arresto, el interrogatorio y su muerte.

El Viernes Santo es una de las principales celebraciones y se rememora la muerte de Jesús de Nazaret. Ese día la Iglesia Católica manda a sus fieles a guardar ayuno o bien abstinencia de carne, a fin de hacer propios el sufrimiento de Cristo, y de los pobres, los enfermos y aquellos con almas atribuladas.

El Sábado Santo, conocido también como Sábado de Gloria, es el tercer día del Triduo Pascual, que concluye con las segundas Vísperas del Domingo de Resurrección culminando así para los cristianos la Semana Santa.

Durante la Semana Santa ocurren numerosas muestras de religiosidad popular de todo el mundo. En América Latina sobresalen las procesiones y las celebraciones y donde abundan los alimentos tradicionales de cada región.

Este año, por ejemplo, México organizó una ruta hacia lugares como Chiapas y Michoacán, donde estuvo el cura Miguel Hidalgo, quien además de sacerdote, fue militar con un papel muy importante en la primera etapa de la Guerra de la Independencia.

Durante el jolgorio, los mexicanos toman 'romeritos', hecho de una planta regional y cocido con una salsa a base de chile y otras especias.

En Perú gigantescas alfombras de flores son elaboradas para dar paso a la procesión del Viernes Santo y del Domingo de Resurrección. Además es tradición comer el ceviche, un plato frío a base de pescado crudo sazonado.

Durante estos días feriados, los venezolanos muestran su alto fervor religioso y entre sus platos típicos no falta el chigüire, un roedor que pesa unos sesenta kilos y que ellos preparan salado y seco aunque hoy existen otras variantes.

Este año el Presidente Hugo Chávez decretó desde el lunes y hasta el viernes santo como festivo.

Uruguay celebra las fiestas de la Criolla del Prado en un parque de Montevideo, además de la semana de la Cerveza en Paysandú -al oeste- y el Festival del Reencuentro a orillas del Río Olimar.

Por otro lado se destaca la gastronomía típica de estas fechas: 

En Argentina se consume sobre todo huevos y roscas de pascua con huevo duro -uno de los alimentos tradicionales de estas fechas en las que se realiza ayuno de carne- además de las empanadas de vigilia hechas con atún y los guisos de bacalao.

Ecuador tiene como plato tradicional la 'fanesca', una sopa de verdura, cereales y bacalao acompañada de un puré y dulce de higos con queso.

En República Dominicana son famosas las habichuelas con dulce a base de frijoles rojos, leche de coco, canela y batata acompañada de galletas y pasas. En Chile son típicas las empanadas de marisco con verduras y mermeladas de frutas o manzanas picadas.

La chipa, una especie de panecillo de harina o maíz con queso, es la tradición en Paraguay para estos días de Semana Santa.

*Periodista del Servicio de Radio de Prensa Latina.

jhb 

domingo, 1 de abril de 2012

PedagoPedagogía, historia, sociedad gía, historia, sociedad edagogía, historia, sociedad


Graziella Pogolotti (La Jiribilla)

Desde los más remotos orígenes de la sociedad se impuso la necesidad de formar a las nuevas generaciones.

El aprendizaje incluía las habilidades requeridas para la supervivencia del individuo y del grupo, normas básicas de conductas, así como las respuestas míticas a las interrogantes fundamentales del hombre.

Con el desarrollo de la propiedad privada, la división del trabajo y la aparición de las clases, comenzó a formularse un pensamiento pedagógico explícito.

Unos estaban destinados a la realización de trabajos manuales.

Otros asumirían funciones dirigentes. Para una refinada aristocracia, Grecia diseñó un modelo sustentado en el diálogo.

 Los filósofos, desde Sócrates hasta Aristóteles, se hicieron maestros.

Legaron a Occidente el término Academia.

Los saberes se bifurcaron en dos direcciones: aquellos demandados por la confección de bienes tangibles y aquellos reservados a la reflexión sobre el estado, las bases del conocimiento y el origen del universo.

En el ejercicio de la tutoría sobre los futuros gobernantes, Aristóteles acompañaría el crecimiento intelectual y moral de Alejandro Magno.


Durante la Edad Media, los sacerdotes conservaron la tradición letrada. Como se sabe, Carlomagno fue analfabeto.

Invadida por los árabes, España se adelantaba a los tiempos al ofrecer, con Alfonso X un ejemplo de gobernante ilustrado.

Orientada por la Iglesia, la enseñanza tuvo en la preservación del dogma uno de sus propósitos esenciales. La Universidad emergió como institución de nuevo tipo.

 Esta aparición responde a señales de cambio en una sociedad de creciente complejidad, cuando comienza a quebrarse la aparente unidad del mundo medieval.

 Los jóvenes de la nobleza se seguirán formando en el entorno doméstico, atendidos por tutores.

En una burguesía procedente de las ciudades, se procura un conocimiento al margen de los dogmas establecidos por la iglesia mediante el rescate de una tradición humanista y el acceso a métodos que apuntan a la investigación científica.

La medicina y la jurisprudencia ganan terreno. Al dominio absoluto de la letra, sucederá la observación de la naturaleza. La extrema confrontación de ideas someterá al juicio de la inquisición a Giordano Bruno, a Galileo y, en la Ginebra calvinista, a Miguel Servet.

 Las vías de aprendizaje están en el centro de ese debate que compromete a la sociedad en la validación de la verdad.

El ascenso de la burguesía en el siglo XVIII produjo cambios sustantivos en las concepciones pedagógicas.

Las ideas de Juan Jacobo Rousseau contribuyeron al descubrimiento de los rasgos específicos de la personalidad del niño y de sus necesidades para el logro de una educación integral.

El diálogo sustituyó al autoritarismo.

El desarrollo del capitalismo, el proceso de industrialización y la consigna igualitaria de la Revolución Francesa contribuyeron al paulatino establecimiento de un sistema universal, público, laico y gratuito en todos los niveles de la educación. Napoleón Bonaparte completó el diseño general con la fundación de las denominadas “grandes escuelas”: Normal Superior, Politécnica, Central, Aguas y Bosques, Puentes y Caminos.

 El énfasis en la preparación de ingenieros respondía también a las demandas del ejército, donde la artillería desempeñaba un papel decisivo.

 De esa manera, se entrenaba una elite intelectual, altamente calificada, comprometida a servir al estado y a las fuerzas armadas durante un plazo fijo después de la graduación. Se privilegian las disciplinas técnicas sin renunciar a las humanidades con acento en el latín, la lengua materna y la literatura.

El aparente impulso democratizador tropezaba, sin embrago, con obstáculos en su aplicación práctica.

 Los hijos de las clases populares se veían obligados a abandonar los estudios para contribuir al sustento familiar, vivían en ambientes desfavorecidos y no contaban con el respaldo de un hogar donde el saber letrado se hubiera convertido en tradición.

El pensamiento de Rousseau impuso un replanteo de los objetivos y métodos de la educación. Se trataba en última instancia de preservar la imaginación y la curiosidad insaciable de los niños, así como el hábito de formular preguntas y potenciar la facultad de explorar el entorno por sus propios medios. La experimentación desplazaba al dogma.

En otro contexto, respondiendo a otras circunstancias históricas, en la Cuba del siglo XIX, el pensamiento pedagógico ocuparía un primer plano.

Postergada la insurrección independentista por motivos harto conocidos, había que solucionar la paradoja de formar cubanos cuando no existía conciencia de nación y de ofrecer fuerza de trabajo calificada para un crecimiento azucarero vertiginoso.

Al margen del poder político, mutilada por ello la posibilidad de transformar los proyectos en directrices para toda la Isla, los ilustrados se redujeron a instalar modelos de escala limitada.

Conviene recordar que la Academia de San Alejandro, en su origen, tuvo como destino formar dibujantes técnicos. Al mismo tiempo, la Sociedad Económica de Amigos del País patrocinaba una escuela pública.

Correspondería entonces a la escuela privada, alentada por maestros cubanos, dar continuidad a la labor iniciada por Varela en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

 Educar implicaba ampliar horizontes en el campo hasta ese momento restringido del conocimiento en la filosofía y la ciencia, forjar almas y enseñar a pensar en cubano.

El aliento de cubanía y la implantación de métodos pedagógicos de avanzada repercutieron en las minorías criollas más favorecidas en contraste con la anemia de la enseñanza elemental.

Las mayorías permanecían analfabetas o escasamente letradas.

Con la asesoría de Enrique José Varona, la intervención norteamericana reformó la educación. El filósofo cubano aspiraba a la modernización sobre la base de fortalecer los estudios científicos.

 Por su parte, los interventores intentaron valerse de la precariedad del sistema para trasplantar sus modelos y arraigar su influencia por esta vía.

 Para solucionar la demanda de maestros derivada de la extensión de la enseñanza primaria, hombres y mujeres instruidos tuvieron la oportunidad de cursar entrenamiento veraniego en EE UU.

Entre los seleccionados se encontraba el poeta Regino Boti, quien ha dejado testimonio de esa experiencia singular.

Hubo un aprendizaje, pero se produjo también un choque de culturas. De hecho, la influencia norteamericana penetrará lentamente, sobre todo a través de los centros de estudio bilingües. En la práctica, durante la república neocolonial, las escuelas Normales asimilaron un alumnado de escasos recursos.

Era un trabajo decente, respetado en la comunidad. El reducido salario resultaba apenas un complemento para afrontar las necesidades mínimas del hogar, favorecía la incorporación laboral a las mujeres, muchas de ellas mestizas y negras.

Nutridas de una tradición, transmitieron valores patrios y éticos a sucesivas generaciones de cubanos. Muchas anécdotas refieren que, al producirse el golpe de Estado de Batista, maestros de ambos sexos explicaron a los escolares el significado de aquel acto y las probables repercusiones sangrientas de la imposición de un régimen de fuerza.

 Debemos suponer que en los medios académicos se han producido investigaciones sobre el desarrollo del pensamiento pedagógico durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, estos trabajos no se han difundido y no han entrado a formar parte del debate en torno a la cultura nacional.

 La explicación puede encontrarse en el legado inconsciente de la progresiva compartimentación de áreas del saber, generada en esa etapa histórica por razones de orden económico.

 En efecto, la extrema limitación de los puestos de trabajo disponibles condujo a la creación de instituciones orientadas a la defensa de intereses gremiales.

 Surgieron los llamados colegios profesionales para determinar los requisitos necesarios para ocupar cargos.

Los egresados de las escuelas Normales y de la facultad de pedagogía de la Universidad estaban facultados para el ejercicio de la docencia en el nivel elemental y en los cursos de la primaria superior.

Los institutos de segunda enseñanza permanecían como terrenos en disputa entre pedagogos y graduados de las carreras de Ciencias y de Filosofía y Letras.

La confrontación se expresó en el debate entre el qué y el cómo, vale decir, entre el contenido y la forma.

Por una parte, se privilegió el método y, por la otra, el dominio en profundidad de cada disciplina.

 Sin embargo, la Revolución había promovido cambios radicales en la vida nacional.

La expansión educacional imponía una continua demanda de fuerza laboral calificada.

El diseño de los Institutos pedagógicos intentó solucionar esta contradicción al desembrar en especialidades la antigua carrera de Pedagogía teniendo en cuenta que el modo de enseñar no constituye una ciencia abstracta.

Los objetivos difieren según las características de cada materia, según su naturaleza instrumental o formativa.

 Lamentablemente, la parcelación de los campos interrumpió un diálogo necesario para garantizar los más altos índices de calidad en el proceso docente, de extraordinaria complejidad por su vertebración con la dinámica social.

 Por razones de personalidad y circunstancias ambientales, no hay dos maestros idénticos y lo mismo sucede con los grupos de estudiantes.

 En el intercambio entre ambos, la transmisión de los conocimientos programados se entremezcla con acotaciones motivadas por estímulos procedentes de la vida diaria.

 Solo puede responder interrogantes imprevistas, consolidar su prestigio en el aula y ejercer una adecuada influencia en la formación de las nuevas generaciones, quien maneje con soltura un rango de conocimientos que sobrepase el contenido de los manuales.

La renovación del pensamiento pedagógico y su incorporación a las corrientes fundamentales de la filosofía y la cultura constituye una de las prioridades del momento actual, tan complejo en lo nacional y en lo internacional.

 Las revueltas estudiantiles en países de América Latina y Europa son síntomas de una crisis con raíces que desbordan los reclamos por el acceso universal y gratuito a la enseñanza.

Como la fragilidad de las capas de hielo que recubren los lagos al anunciarse la primavera, apuntan a la crisis de un modelo. Los avances de la ciencia y la tecnología, el estrecho perfil de muchos especialistas cancelan rápidamente la funcionalidad de los saberes en el mercado laboral.

 Necesitados de permanente reciclaje, los profesionales son víctimas del creciente deterioro de las clases medias.

 La información y las habilidades adquiridas son perecederas cuando la educación ha descuidados su tarea fundamental de enseñar a aprender, cuando el utilitarismo subestima la exigencia de injertar las prácticas instrumentales en el tronco de la conciencia ciudadana, que se impone, ante todo, estimular la capacidad de pensar, de formular preguntas antes de incorporar pasivamente un recetario.

Consciente de estar construyendo el mañana, todo verdadero maestro percibe en el aula el anuncio del porvenir.

En la actual encrucijada, se delinean proyectos educacionales contrapuestos, articulados a dos concepciones del desarrollo social.

 El poder hegemónico del capital ha generado un modelo similar a la organización de las abejas en colmenas, con funciones definidas correspondientes a la elite dominante sostenida por una masa trabajadora.

La enseñanza proporciona el knowhow indispensable para el cumplimiento de las labores, aunque ese utilitarismo conduzca a la preparación de un personal desechable a plazo fijo.

La renuncia del estado a la asunción de sus responsabilidades en este terreno resulta una pieza decisiva en un engranaje muy complejo donde interviene también en el plano de la subjetividad, la formulación de expectativas y el descrédito de una visión humanista.

 Los disidentes comprometidos en la transformación de la sociedad, somos hijos de esos modelos de formación.

 Se nos impone un severo ejercicio crítico para separar el grano de la paja, explorar otros caminos a fin de refundar objetivos y métodos.

Para actuar con sensatez, hay que derrumbar linderos parcelarios, ofrecer respuesta rápida y eficaz a los problemas más acuciantes del momento y repensar el perfil del ser humano en una perspectiva a largo plazo.

Como aprendimos alguna vez al estudiar Matemática, para elaborar un modelo concebido según la perspectiva de un real crecimiento humano, precisa establecer premisas y despejar incógnitas.

 Para lograrlo, los cubanos disponemos, desde la lucha contra el coloniaje, de una tradición pedagógica, de la posibilidad de examinar críticamente la experiencia acumulada durante medio siglo y la oportunidad de abrir un debate sin el estorbo de intereses creados. Acostumbrados a aludir a nuestro legado pedagógico ensalzando la secuencia Varela-Luz-Varona, la validez de esos precursores adquiere sentido verdadero cuando se inscribe en el pensamiento todo de José Martí y, en particular en las enseñanzas de La Edad de Oro y de Nuestra América.

 En Martí podemos reconocer un modo creador de estructurar el ordenamiento de las ideas. El punto de partida en el vislumbre de un futuro posible descarta la carrera competitiva respecto a Europa y los EE.UU.

 Propone analizar nuestras raíces, nuestra realidad geográfica, histórica y cultural para diseñar un modelo armónico de desarrollo con equilibrio ajustado entre industria y agricultura. Su perspicacia de visionario le permite soslayar los peligros del exacerbado culto al progreso vigente en su época, responsable — lo comprendemos solo ahora — del efecto depredador de la acción humana.

Con La Edad de Oro, el Maestro ofrece un ejemplo concreto de prácticas pedagógicas. Ambos desechables, dogmatismo y autoritarismo suelen andar juntos.

 En esta revista, concebida para los niños y las niñas de la América nuestra, el poder de seducción convoca, como el flautista de Hamelin, a la aventura del conocimiento.
 Los textos inducen a despertar interés por lo que somos y de donde venimos, abre horizontes hacia el ancho mundo, muestra los adelantos de la técnica, siembra valores éticos y cultiva la sensibilidad por lo hermoso de la palabra y de cuanto nos rodea.

 Todo taller sobre pedagogía debería comenzar por la lectura atenta y analítica de estos trabajos martianos, visión que se complementa con su epistolario y, en particular, con las cartas dirigidas a María Mantilla en los días fervorosos de su último viaje a Cuba. El qué y el cómo andan juntos y solo el dominio del qué ampara la eficacia del cómo.

Las concepciones pedagógicas surgen de una tradición histórica asentada en las demandas del modelo de hombre requeridas por la sociedad.

Los resultados del desempeño docente se reflejan a largo plazo en la corriente sanguínea de un país. En el aula, en cada mañana se está construyendo el porvenir.

 El niño que está aprendiendo las primeras letras iniciará su vida laboral dentro de 15 o 20 años, en un futuro inescrutable.

 A pesar de ese margen de incertidumbre, nos corresponde — como lo hizo Martí — apostar a favor de una república “con todos y por el bien de todos”.

 Apremia por tanto, diseñar un programa de acción coherente, aun cuando puedan abrumarnos las deficiencias actuales.

Al ser humanos en formación, precisa entregar las herramientas de un pensar en cubano, como lo quisieron nuestros maestros desde Félix Varela.

 Hay que potenciar al máximo sus potencialidades creativas, cultivar la mente y el corazón, hacer de la honestidad norma y brújula de vida para disponer de la valentía necesaria para combatir lo mal hecho, la injusticia y así proteger la nación.

 En la práctica cotidiana de la escuela, habrá que ejercitar el sentido de responsabilidad sostenido en la acción participativa y en la convicción de ser un actor en el continuo proceso de transformación de la sociedad.

 Pero, mucho ojo, para la transmisión de valores la retórica es contraproducente, sobre todo cuando contrasta con los hechos de la realidad.

 Con la mirada puesta en un futuro que nuestros aciertos e imperfecciones van modelando, los cimientos se construyen a partir de un riguroso análisis del panorama actual.

 Los lineamientos generales se ajustan, más allá de nuestra voluntad expresa, a las circunstancias locales, donde intervienen factores ajenos al sistema educacional, de orden cultural, social, que contribuyen a generar expectativas de vida.

 Las realidades siempre mutantes y las soluciones de otrora pueden no ser efectivas en otros contextos. Niños y jóvenes estaban sujetos a estímulos inimaginables medio siglo atrás.

La preparación de maestros y profesores padece insuficiencias en muchas áreas. Se trata, por tanto, de encontrar respuestas efectivas para solucionar los problemas más acuciantes del momento sin perder de vista el largo plazo.

De acuerdo con estas premisas, importa considerar la concepción de los planes de estudio.

 En este sentido, conviene evitar la dispersión en multiplicidad de asignaturas y fortalecer el aprendizaje de las disciplinas básicas, con énfasis en aquellas que entrenan el ejercicio del pensar.

Desde la república neocolonial, la influencia positivista se afianzó con el auge creciente del pragmatismo, reforzado con la presencia progresiva de la pedagogía norteamericana, dominante en nuestra carrera universitaria correspondiente, lo cual se reflejó en la subestimación de las humanidades.

 El amplio y profundo dominio de la lengua y la continuidad de los estudios históricos y literarios constituyen saberes indispensables para la apropiación productiva de las ideas, el afinamiento de la sensibilidad, la comprensión de una realidad compleja y el arraigo de la identidad cultural.

Platón y Aristóteles en la antigüedad, Rabelais, Montaigne y Rousseau más tarde y, entre nosotros, Varela, Luz, Varona y Martí establecieron coordenadas para la educación en sociedades y circunstancias precisas.

En todos los casos, las ideas pedagógicas integraron junto con la cultura un tronco común.

Enseñar fue, al mismo tiempo, ciencia y arte, a fin de entrelazar en delicadísimo tejido la inteligencia y el alma de las nuevas generaciones. Replantear el problema en su conjunto atendiendo a nuestras realidades y a la experiencia acumulada no puede asumirse como simple tarea.

Es una misión impostergable.